La Iglesia, que alaba la grandeza del Creador manifiesta en sus obras (ver salmo 104/103), debía aprovechar para su liturgia algunas de esas obras como signos eficaces de la acción salvífica de Dios. El mismo Cristo los usó y les comunicó virtudes «escondidas» en orden a la vida sobrenatural. Por ejemplo: el agua en el perdón (ver evangelio según san Juan 3, 5), la saliva en el ciego (ver evangelio según san Juan 9, 6-7), el hálito en el cenáculo (ver evangelio según san Juan 20, 22), etc. Jesús explotó su simbolismo en sus discursos y parábolas: la luz, la sal, la vid, el grano de mostaza, etc.
Vamos a analizar brevemente los principales elementos y símbolos
litúrgicos que emplea la Iglesia, su significado y su uso:
- LUZ: De todas las obras de la creación, la luz parece ser la más excelente. Con ella empezó Dios su obra creadora (ver Génesis 1, 3-5). Es la más hermosa de las creaturas y de ella reflejan la belleza todas las demás. En la Vigilia Pascual se nos da la clave. La Iglesia bendice la luz sacándola del fuego nuevo y la introduce al templo con el Cirio pascual. La luz, por tanto, representa y rinde tributo a Jesucristo, «Luz del mundo» (ver evangelio según san Juan 8, 12), símbolo de la presencia divina y de fiesta.
- FUEGO: Es de los elementos más misteriosos y temibles, al mismo tiempo. Sin él, apenas se podría vivir. Es fuerza que quema y alumbra, mata y vivifica, destruye y purifica. La Iglesia utiliza constantemente el fuego para sus ritos:
Con el fuego anuncia la resurrección de Cristo, el Sábado
Santo en la noche (ya Domingo de Pascua) de la Vigilia
Pascual.
En el incensario, fuego e incienso simbolizan el fervor de la
oración («suba mi oración como incienso en tu presencia»
salmo 141/140, 2) y la entrega (oblación) de nuestra vida,
que se va consumiendo poco a poco como suave perfume
en honor a Dios.
- AGUA: Es uno de los elementos más indispensables para la vida, y rico en simbolismo. En los orígenes, el Espíritu de Dios la acarició con su soplo como elemento de fecundidad (ver Génesis 1, 2b); eran aguas repletas de vida vegetal y animal. Y Jesús la santificó con su contacto en las corrientes del río Jordán (ver evangelio según san Lucas 3, 21-22). El agua con el Crisma forma parte de la materia propia del Bautismo. La Biblia está llena de fuentes, de pozos; y con el agua del diluvio quiso Dios limpiar la maldad de la tierra (ver Génesis 6, 11-22). Y Jesús de su costado abierto hizo brotar «sangre y agua» (ver evangelio según san Juan 19, 33-34), signos de la Eucaristía y del Bautismo. Y su agua sacia para siempre nuestra sed (ver evangelio según san Juan 4, 13-14) de felicidad.
- SALIVA: Jesús la usó para curar a un sordomudo y al ciego de nacimiento (ver evangelio según san Marcos 7, 31-37 y según san Juan 9, 6-7). Los santos Padres de la Iglesia la consideraban como símbolo de la sabiduría; la liturgia la ha usado tan sólo en el Bautismo (en el rito del «Efettá»), mojando con ella los labios y oídos del recién bautizado (neófito). Así reproducía el gesto de Jesús al curar al sordomudo. De esta manera, esos órganos están ya habilitados para oír la Palabra de Dios y anunciarla al mundo. Dada la sensibilidad hacia la higiene de nuestros tiempos, el nuevo ritual del Bautismo suprimió el uso de la saliva.
- AIRE: El soplo del Creador infundió vida al hombre (ver Génesis 2, 7). Y el de Cristo resucitado comunicó a los apóstoles el Espíritu Santo (ver evangelio según san Juan 20, 22). En el rito bautismal, ha figurado el soplo como signo de expulsión de Satanás (exorcismo en el rito de Entrada al Catecumenado), del alma del catecúmeno.
- ACEITE: En la vida espiritual, simboliza: fortaleza, sanación, efusión de la gracia, santificación e inhabitación del Espíritu Santo en orden al testimonio cristiano, comunicación de la autoridad divina y consagración. Y por eso se usa como materia en algunos sacramentos:
En el Bautismo, el óleo de los catecúmenos se coloca en el
pecho. Simboliza la fortaleza para hacer frente al poder de
las tinieblas.
El Crisma se compone de aceite y bálsamo. Se usa en el
Bautismo, la Confirmación, el Orden Sacerdotal y la Dedicación de los altares y los templos. Todo cristiano tiene que exhalar el suave olor de la santidad, «el aroma de Cristo ofrecido a Dios» (ver segunda carta a los Corintios 2, 15-16). En la ordenación sacerdotal se ungen las manos; en la episcopal, la cabeza.
Óleo de los enfermos: vehículo para la gracia divina, y para
la salud del alma y del cuerpo (ver carta de Santiago 5, 14-15).
- CIRIO: Se usa para el alumbrado propiamente litúrgico, es decir, para las celebraciones eucarísticas (misas) y demás sacramentos y sacramentales. La vela encendida sirve para simbolizar a Cristo- Luz del mundo y significar la fe y la oración de los fieles en presencia del Señor.
- PAN Y VINO: Son la base (desde la Sagrada Escritura) del alimento corporal del hombre. Simbolizan, al convertirse (transustanciarse) en verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo, que la Eucaristía es alimento indispensable de todo cristiano mientras peregrina hasta la casa del Padre. Son los signos del sacrificio de su cuerpo y sangre como manjar espiritual del alma. El pan, hecho de muchos granos, y el vino, de muchos racimos, son símbolo de la unión íntima entre los cristianos. Simbolizan también la unidad de la Iglesia y de los cristianos con Cristo y entre sí, pues compartir el mismo pan y el mismo vino son signos de fraternidad, solidaridad y comunión (ver primera carta a los Corintios 10, 16-17).
- SAL: que sazona y preserva, se dejó optativo (facultativo) en la fórmula ritual de la bendición del agua lustral como remedio para poner en fuga los demonios y ahuyentar al mal. También se usó en el bautismo, colocando unos granitos sobre la boca del bautizado para significar que todo cristiano es «sal de la tierra» (ver evangelio según san Mateo 5, 13).
- CENIZA: Es símbolo de la caducidad de la vida y de todo lo material, y, por lo mismo, símbolo de la mortificación, de la penitencia, del arrepentimiento, de una gran aflicción. La Iglesia nos la pone el día del Miércoles de ceniza «como signo del reconocimiento de la propia insuficiencia y de conversión al Evangelio».
- INCIENSO: Nuestra vida se tiene que quemar en honor a Dios, dando suave aroma. En las solemnidades se inciensa el altar, la cruz, el Santísimo Sacramento expuesto fuera del tabernáculo (sagrario) y las imágenes de los santos en señal de veneración. Se inciensa al celebrante como signo de Cristo, cabeza de la Iglesia, y a los fieles para recordarles que, como pueblo santo y sacerdotal, son concelebrantes y no sólo espectadores. Además, purifica el templo y nos eleva a Dios.
- FLORES: Las flores naturales que adornan el altar, el sagrario y las imágenes de los santos significan fiesta, alegría, exultación piadosa. En tiempo de Cuaresma, tiempo fuerte de penitencia y austeridad, aunque se pueden poner algunas plantas, no debe haber, sin embargo, flores en el templo, exceptuando el tercer domingo de cuaresma, domingo del «Laetare», y las solemnidades y fiestas que coinciden con cuaresma.
- CAMPANILLA: Para la atención piadosa y unión de corazones de la asamblea celebrante. Se usa en el momento del relato de la Institución de la Eucaristía en la Santa Misa, para centrar la atención de los fieles en el Sacramento.
- CRUZ: Como árbol de vida y victoria pascual, se venerará en los Oficios del Viernes Santo. Además preside la Eucaristía y encabeza las procesiones.
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