LOS GESTOS LITURGICOS

El hombre, participa y "crea" la liturgia. Por eso, la liturgia contiene muchos gestos y actitudes con los que intentamos expresar exterior y corporalmente nuestros sentimientos hacia Dios. Los gestos litúrgicos más importantes son: la señal de la cruz; las unciones; la imposición de la ceniza; los ojos elevados al cielo; ciertos gestos relacionados con las manos: manos juntas y plegadas sobre el pecho; manos que se golpean el pecho; manos elevadas y extendidas; manos que dan y reciben la paz; manos dispuestas para recibir el Cuerpo del Señor.
La Iglesia insiste en la necesidad de renovar, actualizar, "entroncar" los gestos con cada cultura, para que las palabras y gestos sean más "significativos" para la mentalidad del hombre moderno e incluso para cada región y comunidad. La liturgia consta de una parte inmutable por ser de institución divina (la fórmula de la consagración por ejemplo), y de otras partes sujetas a cambio, que pueden y aún, deben ir cambiando, como lo ilustra la historia de la Iglesia.
"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).
Este deseo de la Iglesia es por demás coherente: la repetición constante de los ritos, realizados generalmente sin conocer su significado, produce un inevitable desgaste y llegan a "no decir nada". La liturgia no es un teatro. La tarea de renovación litúrgica exige reflexión, creatividad y participación. Mientras tanto es necesario conocer el significado de los gestos y ejecutarlos con espontaneidad y convicción, haciendo de ellos auténtica expresión de nuestros sentimientos religiosos. Los gestos más utilizados son:

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La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta el suelo, es signo de adoración; por eso se reserva para el Santísimo Sacramento y para la santa Cruz desde la  solemne adoración  en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor, hasta el comienzo de la Vigilia pascual. En la Misa el  sacerdote celebrante hace tres genuflexiones: después de la elevación de la hostia, después de la elevación del cáliz y antes de la Comunión.”                        (Instrucción General del Misal Romano -IGMR, 274)

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“Si el sagrario con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los otros ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y cuando se retiran de él, pero  no durante la celebración de la Misa. De lo contrario harán genuflexión todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento, a no ser que entren procesionalmente. Los ministros que llevan la cruz procesional y los cirios, en lugar de la genuflexión hacen una inclinación de cabeza.” (IGMR, 274)

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“La inclinación  es signo de la reverencia y el honor que se tributa a las personas o a sus signos. Hay dos clases de inclinaciones, es decir de cabeza y de cuerpo. La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran juntamente las tres Divinas Personas, y al nombre de Jesús, de la Santísima Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa.”  (IGMR, 275) 

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La señal de la Cruz es el gesto distintivo de los cristianos y  
consiste en trazar con los dedos el signo de la cruz sobre nuestro cuerpo como expresión de  consagración a Dios. En la misa  nos signamos al comienzo  diciendo: “En el nombre del  Padre…”; antes de escuchar el  Evangelio, y al recibir la  
bendición final. En la Liturgia de las Horas, al inicio de cada hora y  al comenzar el cántico evangélico. En el sacramento de la Reconciliación, el ministro traza la señal de la cruz sobre el penitente al decir: “Yo te  absuelvo…” Las bendiciones sobre cosas y personas se expresan con la señal de la cruz.

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Los golpes de pecho con la mano es uno de los signos más  
expresivos de arrepentimiento. Es un gesto de dolor y de  
reconocimiento de la propia culpa. Al rezar el “Confiteor” (Yo Confieso) en la Misa o en el  Sacramento de la Reconciliación,  hacemos el gesto al pronunciar las  palabras: “por mi culpa, por mi  culpa, por mi gran culpa”. Cuando el celebrante, al rezar la Plegaria Eucarística I, dice: “y a  
nosotros pecadores”, se golpea el pecho. Antes de la reforma era  costumbre hacer el gesto también en el canto del “Cordero de Dios” o al decir: “Señor, no soy digno”  
antes de la Comunión.


Las manos juntas: Es el gesto que mejor significa oración. Es un signo de humildad y de actitud suplicante. Es el gesto más acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de emplearse en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas. Es la mejor postura al momento de comulgar.

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Las manos extendidas: Es el gesto que significa la súplica solemne. Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que preside la Eucaristía, y lo realiza al rezar la Oración Colecta, la Oración sobre los Dones, la Plegaria Eucarística, la Oración del Señor (el Padrenuestro), la oración del Rito de la Paz y la Oración después de la Comunión.

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El gesto de la paz es el segundo elemento de preparación a la Comunión, después del Padrenuestro. Es un gesto simbólico con el que “los fieles se expresan la comunión y la  
mutua caridad, antes de comulgar con el Sacramento”  (IGMR, 82). En la última reforma se ha situado este gesto inmediatamente después de la oración del Señor. Le precede una oración que prepara el sentido del gesto: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles” y la invitación:  “dense fraternalmente la paz”.

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Recibir la Comunión: Las manos o la boca dispuestas para recibir la Comunión han de ser signo de humildad, de  pobreza, de espera, de disponibilidad y de confianza.  
También son signo de veneración, de respeto y de acogida, pues el Pan Eucarístico no se coge sino que se acoge, se  
recibe.

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El Ósculo: Beso viene del latín “basiare”, aunque se usa más “osculum, osculari”. En la liturgia es frecuente el lenguaje del beso. El celebrante besa el altar al inicio y al final de la celebración. El que proclama el Evangelio besa  
después el libro. Todos besamos la cruz en el Oficio del Viernes Santo. El obispo besa o abraza a los recién
confirmados. Y todos, antes de comulgar con el Señor, nos damos el beso (ósculo) o el abrazo de la paz. En todos los  
casos es fácil leer el contenido de reconocimiento, aprecio,  
comunión, que hay en el gesto. 

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Lavarse las manos: “El sacerdote se lava las manos al 
costado del altar, expresando por este rito el deseo de purificación interior” (IGMR, 76) .El celebrante hace, por tanto un gesto adicional de humildad: aunque ya había comenzado la celebración con el acto penitencial junto con los fieles, ahora, que actúa “in persona Christi” en el
momento cumbre de la eucaristía, pide al Padre una pureza interior que le permita celebrar los sagrados misterios, y lo manifiesta con este simbólico gesto mientras dice en secreto: “lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.

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Mezclar el agua con el vino: Las gotas de agua en el vino son un símbolo de los fieles. El celebrante, mientras vierte el agua en el cáliz, dice: “El agua unida al vino sean signo de nuestra participación en la vida divina de Aquél que quiso compartir con nosotros nuestra condición humana”. Es decir: igual que las gotas de agua se mezclan con el vino para  fundirse en el cáliz, también los fieles, cuando comulgan con el Cuerpo y la Sangre del Señor, se funden en Él. Y en la Eucaristía los cristianos ofrecen al Padre a su mismo Hijo, unido a ellos. Ellos mismos se ofrecen al Padre con Él. 

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La Fracción del Pan: “El  sacerdote parte el pan eucarístico con ayuda, si es necesario, del diácono o del concelebrante. El gesto de la fracción realizado por Cristo en la última Cena, que en los tiempos apostólicos dio el nombre  a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos, por la Comunión de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado por la salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1Co  10,17)” IGMR, 83.

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La conmixtión inmixtión, de “com-misceo” (mezclar con otra cosa) es un gesto simbólico que el celebrante hace antes de la comunión: “El sacerdote parte el pan y deja caer una parte de la hostia en el cáliz, para significar la unidad del Cuerpo y la Sangre del Señor viviente y glorioso” (IGMR, 83). La unión del Pan y el Vino consagrados antes de la comunión querría manifestar que Cristo se nos da desde las unidad vital de su Persona.

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La imposición de las manos es uno de los gestos más repetidos en la liturgia, y expresa el don de Dios y la mediación eclesial. 
Ahora, se imponen las manos: en la Confirmación, para expresar el don del Espíritu; en la Eucaristía sobre el pan y el vino para que la acción del Espíritu los transforme en el “Pan de Vida y el Cáliz de Salvación”, y sobre la comunidad para que el mismo Espíritu la “conserve en la unidad”; en la Penitencia para absolver los pecados; en la Unción de los enfermos para invocar “la fuerza de lo Alto”; y en el Orden sacerdotal para comunicar la misión apostólica.

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